viernes, 30 de mayo de 2008

Padre Cesáreo Gil: Un sacerdote excepcional

El padre Cesáreo Gil: Un sacerdote excepcional
Por: Eugenio de Bellard Pietri
aparecido en el Diario El Universal(Venezuela), el 29/10/1997

El 14 de octubre se extinguió la vida extraordinaria de un 'cura' ciertamente excepcional: el padre Cesáreo Gil Atrio, nervio y motor en Venezuela de los Cursillos de Cristianidad. Ha sido, sin duda, una grave pérdida para la Iglesia y el clero venezolano.

Nació en España en 1922, se ordenó en 1947 y en 1959 fue destinado a Venezuela por sus superiores religiosos. El 20 de agosto de 1959 iniciaba en Caracas su vasta obra de concientización, de recuperación religiosa y moral de los laicos, hombres y mujeres, que habían perdido los parámetros de verdaderos cristianos. Así inició su largo trajinar de 38 fructíferos años de búsqueda de almas y conciencias amplias y generosas. Fundó el Centro de Estudios Mosen Sol, constituyó dos casas de cursillos (Caracas y Valencia) y la iglesia del Espíritu Santo en El Marqués, en Caracas.

Incansable y apoyado por otros valiosos sacerdotes como los padres Carlos Zelarayán, Agustín Augustinovich y Hermógenes Castaño, entre muchos, se entregó de lleno a la tarea tremendamente exigente de renovar la vida cristiana de los laicos venezolanos y de dar a conocer la doctrina de la Santa Sede. Fue asesor arquidiocesano y nacional del Movimiento de Cursillos de Cristiandad y asesor del Organismo Mundial del movimiento. Siempre atento a esparcir la buena mies a todos los rincones del país, fundó la revista Trípode para fomentar la edición venezolana de libros religiosos y, escritor incansable, produjo él solo más de 50 libros.

Fruto de su larga lucha sin treguas ni pausas es la vida cristiana de muchos hombres y mujeres que han llegado a conocer a Cristo mediante un cursillo de cristiandad. Mi inolvidable hermano, capitán John de Bellard Pietri, mi queridísima esposa Isabel, hoy también en la gloria del Señor y quien esto escribe, fuimos cursillistas. Fue una bella y espectacular experiencia el vernos frente a frente con la verdadera realidad del ser humano: somos hijos de Dios y tenemos que cumplir nuestro destino respetando las normas de la conciencia cristiana y ayudando a otros muchos a encontrar el verdadero camino, el sendero de la paz serena, alegre y compartida, la paz de nuestras conciencias.

La desaparición física del padre Gil ha sido una grave pérdida para Venezuela; un gran obrero de la viña del Señor ha dejado un claro difícil de llenar.

Nuestro país necesita de muchos Cesáreos Gil que golpeen duramente las conciencias, que griten en los sordos oídos de los hombres y mujeres que no podemos seguir cuesta abajo en la moral y en la ética, pues nos espera el abismo, la desarticulación de la sociedad y del Estado, el colapso de los valores fundamentales de la convivencia humana. Necesitamos muchos Cesáreos Gil que nos muestren el camino perdido de la virtud, del honor, del respeto, del señorío cristiano, del pudor prostituido, que hemos arrastrado al estiércol terrible de la decadencia.

Que descanse en la Paz del Señor.

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